(disponible en lalibredebarrio@gmail.com)
Poema del todo
I
Todo lo que llegó,
intacto, hasta mis manos,
se ha roto entre mis manos.
Y ha envejecido todo
lo que me fue entregado.
Fragmentos patinados
forman este mosaico
sobre el que desenredo
los trabajos del mundo,
las tardes de lectura,
los paseos,
el dolor y la culpa,
el amor,
la esperanza.
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La estepa me devuelve la mirada,
y su silencio
escribe en mi silencio.
La estepa, con sus caminos rectos
y sus ocres,
su ausencia de promesas,
su austeridad de erial,
se ha ido haciendo infinita
y excluyente.
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Ya sabes que has perdido,
una derrota más para llevarte
de regreso a la tierra y al olvido.
Ya sabes que has perdido.
Ni tú ni quienes te acompañan
vais a rendir las armas o el coraje.
Y es vuestra esa columna larga
de mujeres y hombres que se alzaron
frente a la esclavitud y la pobreza,
frente a las dictaduras,
frente a las violaciones de los cuerpos,
frente al dolor de todas las infancias.
Vuestras son las inútiles esperas en los puertos,
la inacabable hilera detenida
bajo los bombardeos en los pasos
para morir después sobre la arena en Francia.
Vuestras son las columnas del exilio,
vuestros los crematorios,
los campos de exterminio de Belzec,
campos de Sobibor y de Treblinka,
de Dachau y de Auschwitz.
Vuestros el frío, el miedo, la falta de esperanza
y en las hermosas tierras de Lampedusa y Lesbos.
Vuestras las madres que buscan a sus hijos,
que llaman a sus hijas,
que lloran sobre el mundo
y se desangran
sobre África, Armenia, Palestina.
Vuestros son el dolor y la vergüenza de Srebrenica.
Vuestras son las revueltas en los pueblos,
en las calles urbanas de los sures,
en fábricas y obras,
en la violencia oculta de las casas.
Vuestras todas las luchas,
sus logros oscilantes,
sus derrotas.
Y ese candil que cada mano empuña.
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Ella, la niña, vuela
sobre su patineta,
y el niño
deja caer su moto por la rampa
para observar el giro constante de las ruedas.
Cuatro años y el cielo
parece un mar, y el mundo
se va haciendo de nuevo
con cada paso dado
lo que un día llamarán rutina
es la aventura intensa
de una infancia feliz.
Más al sur, otras costas
y otras infancias que el dolor devora,
y la orfandad, y el miedo,
y el desconsuelo, minan.
Más allá de las tapias
de este patio seguro,
cada cinco segundos muere un niño,
muere una niña. Mueren
en la masacre impune y permanente
de la desigualdad.
Para Alejandro y Laura.
Para que siempre sepan.
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Porque el amor bendice, soy bendita.
Porque alienta,
me acojo a su refugio.
Porque pide permiso y no lo pide,
digo hágase, y el mundo
se hace más habitable.
Porque pide permiso y no lo pide,
conozco que ha llegado,
y le recibo.
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