Estación de transbordo


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Si te vence la vida 
recuerda que has amado,
recuerda cuantas veces
te deslumbró la luz, 
te acogió la penumbra,
te quisieron.

Y el dolor y la pena y la esperanza
y el desnudo saber de la alegría,
recuérdalos también:
ellos son la moneda del rescate,
si te vence la vida. 


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Nieva,


Nieva sobre mi infancia
cubriendo las aceras que recorro.
Nieva sobre mi juventud confusa,
sobre el balcón de mi primera casa.
Nieva frente a los ojos asombrados
de mis hijos pequeños,
bajo  los cielos blancos de su ausencia
en el hogar que construimos juntos.
Nieva sobre el umbral de mi vejez.

Nieva y, detrás de la ventana,
sigo amando la nieve,
prendida en su cadencia,
fascinada por su blanca belleza
una vez más. 

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                                            Después de viajar por muchos pueblos y muchos mares,

                                            llego, hermano mío, para estas modestas exequias
                                            a obsequiarte con la última ofrenda a los muertos
                                            y a hablarle en vano a tus cenizas mudas...
                                                                                                                                                                                                                                                        Catulo




a hablarle en vano a tus cenizas mudas
vuelvo a menudo y siempre,
porque no se acostumbra mi sangre a detenerse
frente al muro de ausencias de la muerte.
Tú, mi igual en un tiempo que se aleja,
mi corazón herido,
mi desgarro.

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Todo comienza un día

y es apena

de lluvia
en las primeras gotas
o la sed de los cauces en la tierra
antes de la sequía.

Todo comienza así,
como si nada,
y hay en la vida un tiempo
en que cada comienzo
lleva en su aliento el lento,
persistente,
temor a los finales.

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Esta estación abandonada de los sueños,
esta luz cenital de acero y agua,
este duro cansancio
y el silencio
como un manto de escarcha
sobre los canalones y los muros,
sobre el suelo y las hierbas que lo quiebran,
sobre mi corazón y sus estancias.

Esta luz cenital,
este lugar abandonado,
este silencio,
son el fin de un trayecto,
mi estación de transbordo.

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