domingo, 26 de diciembre de 2021

La calle si naufragas. Contra el olvido.

 

En marzo de 2020 se declaró en España el estado de alarma ante la amenaza de una pandemia que avanzaba sin freno.

Las escuelas se cerraron. Se cerraron comercios, restaurantes, tiendas, bibliotecas, la calle como lugar de encuentro, de trabajo. Se cancelaron los conciertos, los recitales, los teatros. Se cerraron las oficinas del paro, de la Seguridad social, los servicios sociales…en medio de una masiva destrucción de empleo, el acceso a los recursos y prestaciones públicas comenzó a reducirse a un teléfono que siempre comunicaba, o a páginas de internet en las que muchas de las personas afectadas no podían o no sabían manejarse.

Quienes trabajaban con contratos, perdieron su empleo y tuvieron que esperar durante meses para recibir las prestaciones sociales a que tenían derecho pero que no llegaban nunca. Quienes trabajaban en la economía sumergida, simplemente, nada podían esperar.

Las ayudas que los ayuntamientos, las comunidades autónomas y el Estado tenían la obligación de prestar no contaron con los recursos humanos necesarios que pudieran hacerlas realidad. Ni los había ni fueron contratados. Las ayudas a las pequeñas y medianas empresas fueron entregadas a los bancos para que estos decidieran a quién y cómo en lo que terminó pareciendo un nuevo rescate a la banca.

A la emergencia sanitaria le acompañó casi de inmediato una emergencia alimentaria. Las colas del hambre eran sólo la imagen de la realidad de los impagos de la casa, la luz, el gas, una realidad lacerante que alcanzó de un solo golpe a miles y miles de familias.  

Mientras los sistemas públicos que debían dar respuesta a esta situación quedaban colapsados y fallaban trágicamente, la solidaridad vecinal puso en pie centenares redes de ayuda que facilitaban ropa y comida.

La vida se convirtió para demasiadas personas en ese callejón sin salida por el que intentaban avanzar llevando a sus niños, a sus niñas, de la mano.

Dormir era difícil, despertarse significaba volver a enfrentar la pesadilla.

En esa angustia, nadie podía acompañarlos.





jueves, 2 de diciembre de 2021

Imborrable y preciosa

 


                                                                                                 Para que tú lo sepas


Se hizo la claridad voz en sus labios,
luz en sus ojos, transparencia.
Se hizo de rebelión y de dulzura
su vida de mujer, y el fuego
se hizo calor humano en la acogida,
arma para el combate contra todo
lo que tuerce la vida, lo que mancha
el derecho a la vida.
Quizás se ha desgastado la palabra suerte
para decir la suerte de que sea,
ella aquí, con nosotras,
con nosotros.
Imborrable y preciosa.